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TRUMP & FRIENDS: a por el gran botín
El arranque de la nueva presidencia de EE. UU. desata el caos global, pero genera fortunas colosales para la familia y los amigos del empresario.

El mundo ha hecho un balance estupefacto y sombrío de los 100 primeros días del segundo mandato de Donald Trump como presidente de EE. UU., con las reglas más elementales de la diplomacia pisoteadas y negros nubarrones económicos y geopolíticos en el horizonte como consecuencia del tsunami que ha desencadenado su elección. Muchos analistas se preguntan por el sentido de tantas medidas que parecen inexplicables y hasta supuestamente perjudiciales para los propios intereses del presidente, empezando por la guerra arancelaria, que ha precipitado caídas en las bolsas, un frenazo del PIB y perspectivas inflacionarias, con lo que en algunos casos se ha puesto incluso en duda que se mantenga cuerdo.
Y sin embargo, aunque es improbable que Trump haya leído a Luis de Góngora, bien podría sonreír con uno de sus versos más conocidos:
Y sin embargo, aunque es improbable que Trump haya leído a Luis de Góngora, bien podría sonreír con uno de sus versos más conocidos:
“Ándeme yo caliente
y ríase la gente”.
y ríase la gente”.
En tiempo récord, desde que el pasado noviembre ganó las elecciones, Trump ha generado ya colosales fortunas para su propia familia, sus amigos y sus colaboradores a un ritmo y un nivel sin precedentes. El empresario ha alineado su hambre de negocio con la maquinaria de la mayor potencia del mundo y el resultado es el mayor conflicto de intereses en toda la historia del país, según ha concluido The New York Times y han registrado, con abundante información, los principales medios de referencia económica, como el Wall Street Journal, el Financial Times y la agencia Bloomberg.
Mientras los analistas tratan de desentrañar el sentido político de sus medidas, el presidente y su entorno se embolsan colosales fortunas.
La fusión, en la práctica, entre los intereses corporativos y del Estado, unidos por el presidente, lo expresa bien la primera gira internacional de Trump, prevista para finales de mayo en Oriente Próximo, con paradas marcadas en Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Justo la misma región que acaba de visitar Eric Trump, el hijo del presidente que ahora está al frente de Trump Organisation, el holding familiar de proyectos inmobiliarios, que se declara “abierto para negocios” y viene de cerrar acuerdos suculentos en la región con fondos de sus petromonarquías: para construir una villa de lujo y un campo de golf en Doha (Qatar), un hotel de 80 plantas en Dubái y una torre en Jeddah, segunda ciudad de Arabia Saudí, además de una villa residencial y un campo de golf en Omán.
La corporación se frota las manos ante la lluvia de propuestas de negocio en todo el mundo —¡lo de convertir Gaza en un resort turístico no es broma!— y en el espectacular aumento de los precios en los hoteles o alquileres que gestiona, que en los casos más lucrativos, en Florida, en el complejo de Mar-a-Lago, según cálculos de la prensa estadounidense, se han multiplicado por cinco.
Familia unida
El maná se está esparciendo mucho más allá del histórico holding familiar, como muestra el súbito éxito profesional de su hijo primogénito, Donald Junior, y también de su esposa, Melania. Tras la victoria electoral de su padre, Donald Junior está monetizando la furia anti-woke a través del fondo 1789 Capital, del que ha sido nombrado socio, que invierte en proyectos empresariales que fomentan las ideas conservadoras, incluyendo Last Country, del agresivo periodista trumpista Tucker Carlson. También saca rédito del huracán militarista: a finales de noviembre, inmediatamente después de la victoria de papá, fue nombrado advisor de Unusual Machines, fabricante de drones, cuyas acciones subieron el 250% en solo dos días.
Además, Donald Junior acaba de crear Executive Branch, un club privado que ofrece acceso a cenas y encuentros con dirigentes cualificados de la Administración y cuya membresía cuesta friolera de 500.000 dólares anuales.
Por su parte, la esposa, Melania Trump, ha firmado un contrato de ensueño con Amazon, la corporación del magnate Jeff Bezos, que está tratando de recuperar terreno a toda costa ante los ojos del emperador para no quedar rezagado ante su gran rival, Elon Musk. Según informó el Wall Street Journal, Amazon pagará 40 millones a Melania Trump por un documental sobre su vida, la cifra más alta pagada jamás por la corporación por un documental, y completamente fuera de mercado: la cantidad triplicaba la siguiente oferta más alta por hacerse con los derechos del documental sobre la primera dama.
La máquina registradora de Melania Trump con este producto no se detiene ahí. Según ha explicado el Wall Street Journal, ahora ofrece la posibilidad de “esponsorización” a cuantos potentados estén dispuestos a pagar 10 millones de dólares por aparecer en el listado de colaboradores del documental.
La victoria electoral de Trump, el pasado noviembre, ha supuesto además una catarata de acuerdos muy lucrativos para la familia para cerrar favorablemente pleitos judiciales que había emprendido contra grandes corporaciones, sobre todo mediáticas, tras perder el poder en 2020. Nadie ha querido mantener conflictos abiertos en los tribunales con el presidente por miedo a cerrarse puertas: una tras otra ha ido firmando cheques a la familia, que en teoría se destinarán en parte a la financiación de la futura Biblioteca Presidencial. Los medios estadounidenses estiman ya en un mínimo de 80 millones de euros desembolsados por las corporaciones para cerrar pleitos con Trump, encabezados por Meta (25 millones de dólares) y ABC (Disney), con 15.
Maná ‘crypto’
A todo este maná todavía hay que sumarle la operación más suculenta y opaca de todas: la creación de la compañía de criptomonedas World Liberty Financial, controlada en un 60% por la familia del presidente, que a su vez ha prometido convertir EE. UU. en “la capital crypto del planeta”. La corporación se creó el pasado septiembre y según The New York Times ha amasado ya ingresos por valor de 550 millones de dólares en acuerdos y ventas opacas de tokens, como $WLFI y $TRUMP, y otros productos, y tiene cola de inversores interesados en su propuesta de stablecoin —una moneda digital con valor fijo que aspira a aportar estabilidad en un mercado extremadamente volátil—, con una demanda superior a los 1.000 millones.
Según las investigaciones del periódico neoyorquino, las ventas de la compañía se dispararon tras el triunfo electoral del patriarca y proceden básicamente de inversores que operan desde paraísos fiscales asiáticos y que intentan conseguir licencias en EE. UU.
World Liberty Financial utiliza la imagen del presidente Trump sin recato, en tanto que chief crypto advocate, y repartió a la familia presidencial opciones sobre acciones que The New York Times valora en 1.100 millones de dólares, aunque aún no pueden venderse.
Bien ganadas, sin duda, y no solo para atraer “inversores”: el mero hecho de incluir el token Ether en la nueva reserva federal crypto impulsada por Trump revalorizó este producto el 13% y World Liberty Financial había invertido más 240 millones en esta moneda digital. También es accionista de la compañía un hijo de Steve Wittkoff, el enviado de Trump para Oriente Próximo, inversor inmobiliario que ansía convertir Gaza en un resort turístico.
Una persona, dos sombreros
Wittkoff es uno de los muchos asesores que Trump ha colocado en la Administración con la categoría de Special Government Employee (SGE), que permite compatibilizar un encargo concreto del Gobierno mientras se sigue trabajando (y cobrando) en una corporación privada, lo que supone una gran oportunidad de negocio al llevar simultáneamente dos sombreros y acceder a las entrañas de la maquinaria gubernamental, influir en sus políticas y hasta alinearlas con los intereses de la propia corporación: ¡el sueño de todo lobista!
El caso más extremo es el de Elon Musk, que durante tres meses ha liderado una especie de auditoría interna para adelgazar la Administración pública, un encargo que presupone la apertura de nuevos y lucrativos mercados para negocios privados en ámbitos hasta ahora reservados al sector público. Aunque Musk no ha logrado materializar los despidos que se proponía, Trump ha anunciado ya recortes por valor de más de 160.000 millones de dólares como consecuencia del adelgazamiento, una oportunidad excepcional para que las corporaciones privadas conquisten nuevos mercados.
Hay decenas de SGE reclutados para este mismo equipo de “Eficiencia Gubernamental” liderado por Musk u otros departamentos que en los estándares europeos provocarían un gran escándalo por conflicto de interés, como Katie Miller, que compagina su asesoría para reformar la Administración con su vinculación con P2 Public Affairs, uno de los lobbies de referencia del mundo republicano que las multinacionales buscan para abrir una vía privilegiada de acceso a la Administración. O David Sacks, asesor público para el mundo crypto e Inteligencia Artificial, que a la vez invierte privadamente en este sector a través de su fondo Craft Ventures; o Tom Krause, que promueve la digitalización a la vez que es el CEO de Cloud Software Group.
Del cero al infinito
Algunos analistas críticos con el trumpismo querrían creer que a Musk le ha salido cara su colaboración con Trump simplemente por la caída de la acción de Tesla y la reducción de pedidos. Pero este dato es apenas una fracción de la panorámica.
Incluso por lo que respecta a Tesla, el quebradero de cabeza, de existir, ha sido mínimo: el mero hecho de anunciar que iba a volverse a focalizar en la compañía automovilística supuso una revalorización de la acción cercana al 10% en un solo día, lo que supone una ganancia para Musk de 18.000 millones de dólares de una tacada por la subida de sus participaciones.
La mayor parte de las corporaciones propiedad de Musk no están en bolsa y por tanto la información que deben hacer pública es muy limitada, pero es evidente que Starlink, The Boring Company o xAI se han beneficiado muchísimo de la cercanía de Musk con el presidente. Entre la cartera de clientes de Starlink están básicamente gobiernos, empezando por el de EE. UU. y el de todos los que buscan quedar bien con el emperador o su protección. Y The Boring Company ha firmado ya varios contratos internacionales —el más reciente, en Dubái— para poner a trabajar sus tuneladoras.
La inversión de X, que al principio parecía un disparate por su estratosférico coste, marcha ahora viento en popa. La prensa económica estadounidense ha informado de que tras la victoria de Trump regresaron masivamente los anunciantes a la plataforma, que se revalorizó extraordinariamente al fusionarse con el nuevo artefacto de Inteligencia Artificial impulsado por Musk, lo que dio origen a xAI.
Gracias a estos nuevos vientos, el consorcio de bancos, liderados por Morgan Stanley y Bank of America, que financió la toma de Twitter por parte del magnate, ha podido colocar ya los 13.000 millones de dólares de derivados surgidos del macropréstamo que le concedieron en 2022. Este objetivo se antojaba imposible antes de la victoria de Trump y la prensa económica de EE. UU. llegó a considerar, en verano de 2024, que el macropréstamo era “la peor operación de financiación” de Wall Street desde el estallido de las subprime, en 2007, ya que en más de dos años los bancos solo habían podido colocar en los mercados 2.000 de los 13.000 millones, apenas el 15%. En cambio, desde el pasado febrero, coincidiendo con el tiempo que Musk ha estado dedicado supuestamente al “servicio público”, se han colocado 11.000 millones. Con ello, se han despejado por completo las dificultades financieras de xAI, que ya ha puesto en marcha una nueva ronda de financiación que se propone captar 20.000 millones de dólares adicionales.
Por si fuera poco, el Financial Times ha informado de que las compañías de Musk que no están en Bolsa han captado “decenas de miles de millones” de dólares en los últimos meses, procedentes de inversores chinos a través de vehículos financieros opacos. Las fuentes de la información del prestigioso diario financiero son varios asset-managers que han participado directamente en las operaciones, sobre todo a través de special purpose vehicles, una estructura que facilita las inversiones sin que quede registro del propietario del dinero.
O sea: Trump amenaza a China y Musk, ya fuera del Gobierno, pasa por caja.
Con la misma retranca de Góngora, claro:
En tiempo récord, desde que el pasado noviembre ganó las elecciones, Trump ha generado ya colosales fortunas para su propia familia, sus amigos y sus colaboradores a un ritmo y un nivel sin precedentes. El empresario ha alineado su hambre de negocio con la maquinaria de la mayor potencia del mundo y el resultado es el mayor conflicto de intereses en toda la historia del país, según ha concluido The New York Times y han registrado, con abundante información, los principales medios de referencia económica, como el Wall Street Journal, el Financial Times y la agencia Bloomberg.
Mientras los analistas tratan de desentrañar el sentido político de sus medidas, el presidente y su entorno se embolsan colosales fortunas.
La fusión, en la práctica, entre los intereses corporativos y del Estado, unidos por el presidente, lo expresa bien la primera gira internacional de Trump, prevista para finales de mayo en Oriente Próximo, con paradas marcadas en Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos (EAU). Justo la misma región que acaba de visitar Eric Trump, el hijo del presidente que ahora está al frente de Trump Organisation, el holding familiar de proyectos inmobiliarios, que se declara “abierto para negocios” y viene de cerrar acuerdos suculentos en la región con fondos de sus petromonarquías: para construir una villa de lujo y un campo de golf en Doha (Qatar), un hotel de 80 plantas en Dubái y una torre en Jeddah, segunda ciudad de Arabia Saudí, además de una villa residencial y un campo de golf en Omán.
La corporación se frota las manos ante la lluvia de propuestas de negocio en todo el mundo —¡lo de convertir Gaza en un resort turístico no es broma!— y en el espectacular aumento de los precios en los hoteles o alquileres que gestiona, que en los casos más lucrativos, en Florida, en el complejo de Mar-a-Lago, según cálculos de la prensa estadounidense, se han multiplicado por cinco.
Familia unida
El maná se está esparciendo mucho más allá del histórico holding familiar, como muestra el súbito éxito profesional de su hijo primogénito, Donald Junior, y también de su esposa, Melania. Tras la victoria electoral de su padre, Donald Junior está monetizando la furia anti-woke a través del fondo 1789 Capital, del que ha sido nombrado socio, que invierte en proyectos empresariales que fomentan las ideas conservadoras, incluyendo Last Country, del agresivo periodista trumpista Tucker Carlson. También saca rédito del huracán militarista: a finales de noviembre, inmediatamente después de la victoria de papá, fue nombrado advisor de Unusual Machines, fabricante de drones, cuyas acciones subieron el 250% en solo dos días.
Además, Donald Junior acaba de crear Executive Branch, un club privado que ofrece acceso a cenas y encuentros con dirigentes cualificados de la Administración y cuya membresía cuesta friolera de 500.000 dólares anuales.
Por su parte, la esposa, Melania Trump, ha firmado un contrato de ensueño con Amazon, la corporación del magnate Jeff Bezos, que está tratando de recuperar terreno a toda costa ante los ojos del emperador para no quedar rezagado ante su gran rival, Elon Musk. Según informó el Wall Street Journal, Amazon pagará 40 millones a Melania Trump por un documental sobre su vida, la cifra más alta pagada jamás por la corporación por un documental, y completamente fuera de mercado: la cantidad triplicaba la siguiente oferta más alta por hacerse con los derechos del documental sobre la primera dama.
La máquina registradora de Melania Trump con este producto no se detiene ahí. Según ha explicado el Wall Street Journal, ahora ofrece la posibilidad de “esponsorización” a cuantos potentados estén dispuestos a pagar 10 millones de dólares por aparecer en el listado de colaboradores del documental.
La victoria electoral de Trump, el pasado noviembre, ha supuesto además una catarata de acuerdos muy lucrativos para la familia para cerrar favorablemente pleitos judiciales que había emprendido contra grandes corporaciones, sobre todo mediáticas, tras perder el poder en 2020. Nadie ha querido mantener conflictos abiertos en los tribunales con el presidente por miedo a cerrarse puertas: una tras otra ha ido firmando cheques a la familia, que en teoría se destinarán en parte a la financiación de la futura Biblioteca Presidencial. Los medios estadounidenses estiman ya en un mínimo de 80 millones de euros desembolsados por las corporaciones para cerrar pleitos con Trump, encabezados por Meta (25 millones de dólares) y ABC (Disney), con 15.
Maná ‘crypto’
A todo este maná todavía hay que sumarle la operación más suculenta y opaca de todas: la creación de la compañía de criptomonedas World Liberty Financial, controlada en un 60% por la familia del presidente, que a su vez ha prometido convertir EE. UU. en “la capital crypto del planeta”. La corporación se creó el pasado septiembre y según The New York Times ha amasado ya ingresos por valor de 550 millones de dólares en acuerdos y ventas opacas de tokens, como $WLFI y $TRUMP, y otros productos, y tiene cola de inversores interesados en su propuesta de stablecoin —una moneda digital con valor fijo que aspira a aportar estabilidad en un mercado extremadamente volátil—, con una demanda superior a los 1.000 millones.
Según las investigaciones del periódico neoyorquino, las ventas de la compañía se dispararon tras el triunfo electoral del patriarca y proceden básicamente de inversores que operan desde paraísos fiscales asiáticos y que intentan conseguir licencias en EE. UU.
World Liberty Financial utiliza la imagen del presidente Trump sin recato, en tanto que chief crypto advocate, y repartió a la familia presidencial opciones sobre acciones que The New York Times valora en 1.100 millones de dólares, aunque aún no pueden venderse.
Bien ganadas, sin duda, y no solo para atraer “inversores”: el mero hecho de incluir el token Ether en la nueva reserva federal crypto impulsada por Trump revalorizó este producto el 13% y World Liberty Financial había invertido más 240 millones en esta moneda digital. También es accionista de la compañía un hijo de Steve Wittkoff, el enviado de Trump para Oriente Próximo, inversor inmobiliario que ansía convertir Gaza en un resort turístico.
Una persona, dos sombreros
Wittkoff es uno de los muchos asesores que Trump ha colocado en la Administración con la categoría de Special Government Employee (SGE), que permite compatibilizar un encargo concreto del Gobierno mientras se sigue trabajando (y cobrando) en una corporación privada, lo que supone una gran oportunidad de negocio al llevar simultáneamente dos sombreros y acceder a las entrañas de la maquinaria gubernamental, influir en sus políticas y hasta alinearlas con los intereses de la propia corporación: ¡el sueño de todo lobista!
El caso más extremo es el de Elon Musk, que durante tres meses ha liderado una especie de auditoría interna para adelgazar la Administración pública, un encargo que presupone la apertura de nuevos y lucrativos mercados para negocios privados en ámbitos hasta ahora reservados al sector público. Aunque Musk no ha logrado materializar los despidos que se proponía, Trump ha anunciado ya recortes por valor de más de 160.000 millones de dólares como consecuencia del adelgazamiento, una oportunidad excepcional para que las corporaciones privadas conquisten nuevos mercados.
Hay decenas de SGE reclutados para este mismo equipo de “Eficiencia Gubernamental” liderado por Musk u otros departamentos que en los estándares europeos provocarían un gran escándalo por conflicto de interés, como Katie Miller, que compagina su asesoría para reformar la Administración con su vinculación con P2 Public Affairs, uno de los lobbies de referencia del mundo republicano que las multinacionales buscan para abrir una vía privilegiada de acceso a la Administración. O David Sacks, asesor público para el mundo crypto e Inteligencia Artificial, que a la vez invierte privadamente en este sector a través de su fondo Craft Ventures; o Tom Krause, que promueve la digitalización a la vez que es el CEO de Cloud Software Group.
Del cero al infinito
Algunos analistas críticos con el trumpismo querrían creer que a Musk le ha salido cara su colaboración con Trump simplemente por la caída de la acción de Tesla y la reducción de pedidos. Pero este dato es apenas una fracción de la panorámica.
Incluso por lo que respecta a Tesla, el quebradero de cabeza, de existir, ha sido mínimo: el mero hecho de anunciar que iba a volverse a focalizar en la compañía automovilística supuso una revalorización de la acción cercana al 10% en un solo día, lo que supone una ganancia para Musk de 18.000 millones de dólares de una tacada por la subida de sus participaciones.
La mayor parte de las corporaciones propiedad de Musk no están en bolsa y por tanto la información que deben hacer pública es muy limitada, pero es evidente que Starlink, The Boring Company o xAI se han beneficiado muchísimo de la cercanía de Musk con el presidente. Entre la cartera de clientes de Starlink están básicamente gobiernos, empezando por el de EE. UU. y el de todos los que buscan quedar bien con el emperador o su protección. Y The Boring Company ha firmado ya varios contratos internacionales —el más reciente, en Dubái— para poner a trabajar sus tuneladoras.
La inversión de X, que al principio parecía un disparate por su estratosférico coste, marcha ahora viento en popa. La prensa económica estadounidense ha informado de que tras la victoria de Trump regresaron masivamente los anunciantes a la plataforma, que se revalorizó extraordinariamente al fusionarse con el nuevo artefacto de Inteligencia Artificial impulsado por Musk, lo que dio origen a xAI.
Gracias a estos nuevos vientos, el consorcio de bancos, liderados por Morgan Stanley y Bank of America, que financió la toma de Twitter por parte del magnate, ha podido colocar ya los 13.000 millones de dólares de derivados surgidos del macropréstamo que le concedieron en 2022. Este objetivo se antojaba imposible antes de la victoria de Trump y la prensa económica de EE. UU. llegó a considerar, en verano de 2024, que el macropréstamo era “la peor operación de financiación” de Wall Street desde el estallido de las subprime, en 2007, ya que en más de dos años los bancos solo habían podido colocar en los mercados 2.000 de los 13.000 millones, apenas el 15%. En cambio, desde el pasado febrero, coincidiendo con el tiempo que Musk ha estado dedicado supuestamente al “servicio público”, se han colocado 11.000 millones. Con ello, se han despejado por completo las dificultades financieras de xAI, que ya ha puesto en marcha una nueva ronda de financiación que se propone captar 20.000 millones de dólares adicionales.
Por si fuera poco, el Financial Times ha informado de que las compañías de Musk que no están en Bolsa han captado “decenas de miles de millones” de dólares en los últimos meses, procedentes de inversores chinos a través de vehículos financieros opacos. Las fuentes de la información del prestigioso diario financiero son varios asset-managers que han participado directamente en las operaciones, sobre todo a través de special purpose vehicles, una estructura que facilita las inversiones sin que quede registro del propietario del dinero.
O sea: Trump amenaza a China y Musk, ya fuera del Gobierno, pasa por caja.
Con la misma retranca de Góngora, claro:
“Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno”.
del mundo y sus monarquías
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno”.
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