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Las guerras siempre vuelven. Siempre hay alguna potencia o líder energúmeno dispuesto a encender una mecha, una industria armamentística que se niega a perder privilegios y masas de personas contagiadas de furor belicista.
¿Tiene sentido hacer ficción en torno a ellas? Y, ¿se puede hablar de ellas con humor? Mash, Jojo Rabbit o Malditos bastardos utilizaron la ironía y la sátira como herramientas para denunciar el sinsentido de los conflictos, el ridículo de ciertos villanos que se han apropiado de la historia y el absurdo drama de las personas que se ven envueltas en una guerra sin haberla elegido.
Se cumple un año del estallido de la guerra de Ucrania, y el Teatro del Barrio programa varias obras que, de una manera u otra, abordan conflictos bélicos, muchas de ellas con el humor como uno de sus componentes narrativos.
Como Siete segundos, una sátira crítica con el belicismo de la sociedad estadounidense que parte de la guerra de Irak. En este encuentro, su equipo artístico charló a este respecto con Darío Adanti y Guillermo Fesser.
Italianeses es teatro narrativo en torno a un episodio histórico poco conocido: al final de la Segunda Guerra Mundial, miles de soldados y civiles italianos permanecen atrapados en Albania, y con la llegada del régimen dictatorial, quedaron olvidados en campos de prisioneros. Hablamos con Riccardo Rigamonti, intérprete de la obra, sobre el uso del humor en ella.
¿Se puede utilizar el humor al contar una historia de memoria tan dura como Italianeses?
El humor está en la vida, en la humanidad. E Italianeses es la historia de una vida contada por un ser humano, así que algo de humor aparece de forma natural. Sobre todo porqué Tonino, el protagonista que nos cuenta su historia, es una persona optimista, con una fuerza vital muy grande, aunque siempre contenida.
¿En qué consisten las técnicas de Teatro Narrativo que sigues en Italianeses, y qué te aporta?
Podríamos definir el teatro narrativo sencillamente como una narración llevada al teatro, pero con una dramaturgia muy cuidada y un trabajo de interpretación actoral profundo. Para mi es una manera de entrar en comunicación directa con el público desde el escenario y de poderlo llevar de la mano a otro mundo.
¿Con qué pasaje de la obra te quedas?
Cuando Tonino llega a Trieste por primera vez, ve unas palomas en el anden de la estación. Les da de comer y cuando terminan salen volando. Y nos cuenta que la alegría que siente en ese momento es indescriptible, porqué en Albania las palomas se las comían y en Italia eran libres y volaban por el cielo. Es una imagen muy bonita para mí y que describe perfectamente la mirada candida del personaje y su capacidad de imaginación.
Señor B. Algunos desastres de una guerra es una historia de fantasmas. Las nietas y nietos de la guerra española del 36 cuentan su visión. Juanma Díez escribe esta historia a partir del fusilamiento de un familiar. Charlamos con él sobre la parte cómica que le ha dado a la pieza.
¿Se puede utilizar el humor para hacer memoria?
En un tema tan complejo como la memoria, tan delicado, tan sensible, conviene saber utilizar el humor, para aliviar al espectador y hacer más transitable el viaje que propone la obra.
El humor es capaz de descodificar lo establecido, la norma... desenmascara la farsa y nos hace reírnos de nosotros mismos.
Me gustó cuando después de una lectura que hicimos a través del Nuevo Teatro Fronterizo, José Sanchís Sinisterra celebró el humor de la obra, diciendo que cuando se hace teatro político, nos ponemos demasiado serios... se hace un teatro cejijunto... parece que se le tiene miedo al humor, y concluyó que el humor es una herramienta para movilizar la capacidad receptiva del espectador, para hacerle posicionarse de un modo más complejo.
¿Supiste que tenías una obra cuando tu prima te contó la historia de su abuelo ¿no?
Supe que tenía muchas ganas de contar esta historia en teatro.
Mi prima María, me lo reveló, una tarde en nuestro pueblo… y supe que la edad que tenía su abuelo cuando lo mataron era la misma que tenía yo recibiendo la noticia. Lo entendí como una señal, una de muchas. Mi prima generosamente compartió los escritos de su padre, el hijo del asesinado. Yo quise hacer un monólogo dramático y comprometido a partir de ese material... pero la obra se abrió en el proceso de escritura, asesorado por el dramaturgo Albert Tola, y en conversaciones e intercambio de material con mi prima, en su proceso de investigación, compartió tres cartas preciosas, que nos trasportan a aquellos días, del Señor B a su familia, días antes de la noche del fusilamiento.
Así se fue conformando el artefacto teatral donde aparecen personajes en escena que no dejan a Juanma contar la historia como él cree que quería contarla.
¿Qué pueden aportar las generaciones de las nietas y nietos a la memoria de la guerra civil?
Creo que la perspectiva que nos da el paso del tiempo, nos permite a nuestra generación, nietos y nietas de aquellos días, mirar sin los condicionantes, que tuvieron nuestros abuelos y padres...
Esta mirada es importante, porque permite entender de una manera más sensata aquel terrible suceso y tal vez sanar aquella herida, que a día de hoy sigue sangrando.
Hay que mirar… Mirar no de reojo. Mirar sin apartar rápido la vista. Mirar en detalle. Tanto que se pueda volver allí… Y seguir haciendo preguntas. Rescatar el pasado y continuar descubriendo y revelando las voces de las víctimas. Ojalá esta obra contribuya un poquito a esto.
¿Cómo se cambia la improvisación de Jamming por la memoria?
Jajaja. Creo que no se cambia, se compagina.
Jamming me ha dado y me da tantas herramientas escénicas que ha permitido también la creación de esta obra.
Es verdad que son tonos y registros diferentes... pero en Jamming nos atrevemos desde el humor a meternos en temas serios y complejos.
Es fantástico, porque muchos días coinciden ambas funciones y después de hacer Señor B, corremos Lolo Diego y yo a hacer Jamming... es un contraste muy interesante, y como digo se compaginan en algún punto.
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