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“Este sistema ha llegado a la cruel perversión de convertir en producto a un bebé”
Salve Regina, que estará en cartel del Teatro del Barrio del 11 de junio al 1 de julio, es un espectáculo unipersonal en el que seremos partícipes del recorrido de una reflexión profunda sobre una decisión que determina el curso de una vida. Una decisión que puede estar condicionada por la biología, por la presión social, el modelo familiar en el que uno está criado, la situación económica. Y, en definitiva, una inercia que nos lleva a algo que quizás no es lo que realmente deseamos.
Este es un montaje unipersonal de una intimidad extrema escrito por Ángela Palacios y Paloma Remolina, e interpretado por la primera y dirigido por la segunda, donde se comparten dilemas y reflexiones sobre ser madre, cómo serlo y las consecuencias que conlleva.
Hablamos con Ángela.
¿Cuántas veces te habrán preguntado si quieres ser madre?
Creo que bastantes menos que a las personas que tienen pareja. Llevo sin una estable varios años, hecho que ha coincidido con mi edad fértil límite, así que me parece que directamente esa pregunta se convirtió en un incómodo tabú, ¿cómo le voy a preguntar si quiere ser madre si ni siquiera tiene con quién? La maternidad hegemónica que se le permite a las mujeres tiene un molde muy concreto y también muy estrecho. Se espera de ti que encuentres varón, lo amarres, te haga un hijo y luego otro. Es todo un pack y más te vale cumplir con él.
El de la clínica que quiere hacer dinero, la mujer de la Seguridad Social que no entiende tu situación económica… Realmente parece haber una conspiración para hacernos sentir culpables por no ser madres, ¿no? ¿Cómo lo arreglamos?
¡Ojalá lo supiera! Supongo que permitirnos gritar a los cuatro vientos que esta presión que sentimos es real y no nos hace ningún bien ya es un gran paso. La culpa te aísla porque implica una vergüenza, una deshonra, cuando la compartes y ves que muchas otras sienten lo mismo que tú, te das cuenta de que, entonces, algo anda mal, que no estás loca como tú pensabas, que no tienes ninguna tara, ni has hecho mal. Que, de hecho, si algo está errado es el sistema que habitas, que ha llegado a la cruel perversión de convertir en producto a un bebé.
¿Qué podemos sacar en claro de este encuentro que nos propones en escena, en el que el público también es parte?
Que para ser libres y, por tanto, felices, es imperativo que nos liberemos de todas las identidades que nos han sido impuestas, y que ese arduo trabajo puede hacerse partiéndonos de risa. Salve Regina habla en realidad de las decisiones vitales que marcan nuestra identidad, si vamos por el camino A ya no seremos ésa que se espera que seamos, ¿y qué ocurre si, aunque quiera, no puedo lograr ir por el camino A? ¿Y si en realidad yo nunca quise ese camino, pero me hicieron creer que era el único que me haría feliz? La obra se plantea si no será lo mejor que cada persona se construya su propio camino, el camino J, o el S o el M, no importa con tal de que sea el que cada uno/a haya escogido. Y como es un tema tan trascendental porque al final plantea la pregunta "¿Quién soy?", lo hacemos con mucho humor, porque si no acabaríamos cortándonos las venas.
¿Cómo ha sido el proceso creativo?
Precioso. Nos costó mucho atrevernos a hablar de lo que hablamos, pero una vez que reunimos la valentía suficiente para aceptar que no podíamos hacer otra cosa todo fue saliendo a borbotones. Yo había hecho ya mucha investigación a título personal, así que fluyó fácil porque solo había que volcar todas aquellas vivencias y conocimiento sobre el tema. Obviamente, trabajamos muchísimo, porque sí había mucho material, pero había que encontrar la forma de hilar todo. Sin embargo, esa es una de las partes que más disfruto del proceso creativo, es como desenredar un ovillo de lana y tejer con él algo, de una maraña de hilos aparece de pronto una prenda que tú misma has confeccionado, y cuando ya la tienes entre manos, no sabes cómo ha llegado todo a ordenarse así. Parece magia, y un poco lo es.
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