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El bar

Tristón y Della Mirandola accedieron al bar del pabellón. Ellos eran los dos únicos clientes, ciertamente.
–Una caña –pidió Tristón.
–¿Tienes chuches, ositos de gomilona? –preguntó Angelo.
Benito Coala, el encargado del bar del pabellón, meneó la cabeza con desgana en sentido negativo sin dejar de quitar la vista sobre una página del periódico deportivo-nacional Spot, abierto en canal sobre la barra del bar, en el que venía la lista de bajas del Barça de cara a la próxima temporada. “Descansen en paz!”, murmuró en voz baja Coala, y persignándose con semblante grave pasó a otra página, ciertamente.
–¿No hay gomilona? ¡Maledizione! Osito gomilona va bien para sistema inmunológico, efecto antiinflamatorio bueno, ¿eh? Maestro japonés siempre un jarrón lleno gomilonas.
Tristón le recordó a Angelo el hielo para su mejilla, que aún seguía sonrosada.
–¿Qué hielo? Naaaa… yo no necesito hielo. Hielo para gintónic. Naaa… para mí eso de hostia sin querer de professora Conducator ha sido como caricia de spolverino di piume di struzzo, ¿sabes?
–No –respondió Tristón con desgana, ciertamente.
–Ah… Especie plumero de avestruz, para quitar polvo, como se dice aquí. Si no hay gomilona… No sé qué pedir. ¿Hay helado? –preguntó Angelo.
–¡Y una caña! –volvió a repetir Tristón al encargado, Coala.
–Ningún problema –dijo, sin dejar de leer el periódico. Coala, por las mañanas, que es cuando se encontraba más fresco y activo, empleaba casi tres horas en leer los textos del Spot, el Nuevo Testamento nacional-deportivo. Rechazaba en su establecimiento la presencia de otros periódicos deportivos por impíos y apócrifos. Tan importantes y sagradas eran para él esas horas de ejercicios espirituales, ciertamente.
–¡En vez de helado, una tostada! –rectificó Angelo della Mirandola.
–¡No hay pan! –gruñó Coala.
–No, no, quiero decir cervezza, cervezza tostada. ¿Tienes cervezza tostada?
–Y caña para mí –reclamó otra vez Tristón.
–Ningún problema.
–¡Graaaaacias! –respondió Angelo, con una reverencia teatral.
Coala hizo un doblado en la parte superior de la página del periódico para recalcar la importancia del contenido y pasó a leer la siguiente página con fervor de exégeta, ciertamente. Della Mirandola y Tristón quedaron en silencio a la espera de que Coala cambiara su posición de lectura y procediera a colmar sus deseos de abrevar el gaznate después de un tal accidentado inicio del cursillo de yoga.
–¿Sabes por qué ha ocurrido desmayo repentino? Te has levantado demasiado rápido. Maestro japonés lo hacía en dos fases. Si tú estás tumbado, primero preparación, reposo y luego de pie. Siempre, ¿eh?
Acto seguido, Della Mirandola se tumbó en el suelo del bar y reprodujo las tres fases del maestro japonés. Tristón lo miró con escepticismo y desprecio, ciertamente.
–Estaba deshidratado, a veces me ocurre. Aún estoy deshidratado –comentó Jacinto Tristón.
–Lo mejor es comer frruta, siempre. Yo comer cuatro quilos frruta al día. Maestro japonés siempre frruta. Hidrata todo.
Coala seguía totalmente absorto y entregado a la lectura del nacional Spot. Había señalizado ya dos páginas más para repasarlas y peinarlas a fondo para extraer bien el significado.
–Pero, si no hay fruta, cervezza también va bien, ¿eh? Voy a recordar al camarero lo que hemos pedido.
–Perdona, una tostada cervezza cuando puedas.
–Y una caña para mí –dijo Tristón.
–Ningún problema –respondió como siempre Coala.
Todo continuó igual. Coala detrás de la barra con la misma actitud. Leyendo con embelesamiento, y Angelo y Tristón desviando la vista para no coincidir con sus miradas hacia el otro lado de la barra. Pero a los pocos segundos sus ojos se volvían a encontrar otra vez, hasta que se pusieron casi espalda contra espalda, como dos duelistas del siglo XIX. Después vino un silencio largo. Para romper la situación de silencio, Della Mirandola frunció los labios e inició un silbido que le salió parecido al que hacen las serpientes cuando están enojadas, ciertamente.
Coala levantó la cabeza, intrigado por el pitido y también enojado por la interrupción de la lectura del sagrado periódico, momento que aprovechó Angelo para avisar que aún seguían allí.
–Perdona, tu disces non problema, ma llevamos tiempo esperrando, ¡eh! 25 minutos de espera… Un poco larga, estamos en cursillo de yoga.
–¡Y yo que sé! No me habéis dicho si queréis caña grande o pequeña. Si no me lo decís, yo no sé qué serviros. No soy adivino.
–¡Ah! Yo con caña pequeña suficiente –dijo Della Mirandola.
–¡Pssss! Ya puestos… Venga… Un tanque –susurró Tristón.
Coala, sin apartar ni un momento la vista del periódico Spot, sacó de debajo de la barra dos vasos de plástico cutre, duro y opaco, uno más grande que el otro, los puso debajo del grifo y accionó el tirador de cerveza. Cuando parecía que el vaso estaba a punto de desbordarse, Coala, atento al sonido decrescendo del líquido conforme se iba llenando el vaso, con un toque seco y elegante de gran virtuosismo de su mano derecha, cerró el grifo del tirador sin que se malograra una sola gota. Coala realizaba este prodigio guiándose por su fino oído, ciertamente.
–Caña y tanque. Siete euros.
–¿Siete euros? Ma cuesta como en aeropuerto, ¿eh? En Italia más barato –exclamó Angelo, sorprendido.
–Cuando acabéis de beber, os reintegro un euro por vaso. Van al cursillo de yoga y luego la gente se lleva el vaso a casa. Estoy harto.
–Coala, pero si no nos vamos a mover de aquí, además todos nos conocemos –susurró Tristón.
–Por eso, por eso, porque todos nos conocemos. Confianza, la que quieras. Os devuelvo el euro cuando me entreguéis el vaso –contestó Coala pasando delicadamente con sus dedos otra página del Spot.
–En Japón esto no pasa. Casa maestro japonés siempre puerta y ventanas abiertas. Ma en invierno duerme dentro saco de dormir.
–¡Psss! Por los terremotos –dijo Tristón.
–¡Naaa! Hay confianza, otra mentalidad –Angelo della Mirandola dio un pequeño sorbo a su vaso de plástico. La cara y los labios se le congestionaron inmediatamente.– ¡Ma esto no es tostada, es como sciroppo!
–Es cerveza artesanal de aquí, del territorio, ‘Ben parida’ se llama. Es muy buena. Ha ganado tres concursos, los más importantes de Cataluña –dijo Tristón, lanzando la frase con una leve subida de energía que sorprendió al propio de Della Mirandola, ciertamente.
A continuación, dio un trago largo a su tanque de cerveza artesanal para reforzar el comentario. Después de la libación, Tristón quedó por unos momentos como extasiado, satisfecho de su proceder, hasta que Della Mirandola rompió el éxtasis con sus comentarios, ciertamente.
–Este cervezza ‘Ben parida’ más cara que cervezza Sapporo japonesa, ¿eh? Y en Japón pagas mucho impuesto por cervezza, ¿eh? Cuidado. Y también está caliente.
–Ningún problema –Coala le acercó a Della Mirandola una cubitera con unos pedruscos de hielo.
En aquel momento Boicop irrumpió en el bar con cara funeraria y altiva. Llevaba la estelada, arriada de la viga de la sala de yoga, puesta alrededor de la cintura en modo pareo para tapar el roto de sus leggins. De vez en cuando convergían el roto de la estelada con el roto de los leggins y asomaba una porción de nalga soufflé. Nadie de los presentes osó comentario alguno sobre el fenómeno.
–He venido para deciros que vamos a empezar los ejercicios Stress Away. Perpetua va a seguir la clase como oyente. Aún necesita un tiempo para remontar y recuperar la calma de antes de la agresión. No sé si os habéis fijado que he tenido que ser yo, la profesora, personalmente, quien os ha tenido que venir a informar –dijo Boicop, ahora ya con una mirada torva, ciertamente.
–¿Agresión? –repitió Jacinto Tristón con un hilo de voz. Se le vino el mundo abajo. Quedó plantado como un autómata que se le acaban las pilas. Poco a poco empezó a ladear la cabeza sobre su eje. Della Mirandola, viendo que su compañero no conseguía arrancar una frase textual concreta, intercedió:
–¡Naaa! Naaa es agresión. Se cayó por levantarse rápido; siempre dos tiempos como maestro japonés. Primer tiempo sentado y después de pie. Ma vivimos con demasiado estrés, todo se hace rápido.
En este impasse de la frase de Angelo, Tristón recuperó algo de fuelle:
–¡Pssss! Yo me caí de golpe sobre ella, sin ninguna intención. Necesitaba hidratarme, por eso me caí. Nada más –dijo, mostrando el tanque de ‘Ben parida’ artesanal.
–¡Ya! Lo de siempre. Vosotros dos: ¿habéis oído hablar de los cursos sobre nuevas masculinidades? –preguntó Boicop con ojos hinchados y trastornados, muy similares a los ojos de un craso oprimido con adorno amarillo en el ojal, en el momento de ser perseguido por la secreta en monopatín, durante sus paseos cotidianos por las calles siempre suyas, ciertamente.
Della Mirandola no entendía absolutamente nada de lo que le decía Boicop, pero aprovechó la ocasión para hacer una reflexión sobre Japón.
–Naaa… No he oído hablar nada sobre nuevas mascolinità. Ma en Japón trenes van con vagones de hombre solo, y vagones de mujeres solo. Separados. Ma maestro japonés, por ser gran maestro japonés, tenía permiso y podía viajar en vagón de mujeres. Mujer de maestro japonés, por ser mujer de maestro japonés, también podía viajar en vagón de hombres. Yo he visto maestro japonés, el mismo, sacar botella sake del armario en la casa. Mujer no hacía nada, ¿eh? En Japón no hay problema, no hace falta curso de nuevas mascolinità. Muy distinto, ¿eh?
Tristón no sabía qué responder, ciertamente. Levantó los hombros con desgana y meneó la cabeza hacia direcciones indeterminadas y contradictorias dando otro sorbo al tanque de cerveza artesanal ‘Ben parida’. Luego se produjo un silencio tupido, de pasta de dientes, ciertamente.
–He podido observar en primera persona vuestras dinámicas. Y son realmente dominantes, tradicionales y tóxicas –dijo Boicop rompiendo el silencio.
–¿Tradicionales? Tradición es importante en todos los países, ¿eh? Maestro japonés siempre me hacía quitar zapatos para entrar en casa; y también peregrinar a santuarios y templos a partir de medianoche el 31 de diciembre. Ma en Italia tradición de medianoche comer lentejas y aquí uva –comentó Angelo.
–¡No, aquí no! En el territorio la tradición son las campanadas de TV3 ¡y, si no, via fora! –apostilló Tristón dando otro sorbo al tanque de cerveza ‘Ben parida’.
–No, no me refiero a este tipo de tradiciones, sino en romper el rol estereotipado tóxico-tradicional de las prácticas dominantes que vosotros venís ejerciendo durante siglos y que, de acuerdo con la ONU, hay que transformar, sí o sí. ¿Lo entendéis? –dijo Boicop.
–Psss… Bueno, si hay que transformar se transforma, ¿no, Angelo? –dijo Tristón, dando suavemente otra libación al tanque de ‘Ben parida’ artesanal.
–¡Yo siempre, siempre luchar! Bella ciao es himno italiano, ¿eh?
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