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Diego Anido acaba de conquistarnos con su papel de protagonista en As bestas, de Rodrigo Sorogoyen. Y entre el 14 y el 17 de diciembre, este creador trae al Teatro del Barrio dos de sus espectáculos unipersonales, El dios del pop y El alemán.
Han pasado quince años sin actuar en los escenarios madrileños, y ahora vuelve con dos ejemplos de su singular poética, que mezcla realidad y ficción, con algo de género fantástico. Dos demostraciones de la potencia actoral del artista, y de su humor con retranca, kafkiano, negro, surrealista, friki.
¿Qué es lo peor que le puede pasar a un yogur?
Que se lo dejen a medias. Mi mujer siempre me ha dicho que la población se puede dividir en dos grupos: los que dejan los yogures a medias y los que se los comen enteritos por no haber estado criados en la opulencia. También divide a la población en dos razas: raza invitada y raza anfitriona, y suele resultar que ambos pertenecemos a la anfitriona. Algunos hemos nacido para trabajar. Volviendo al yogour, él pertenece a una raza pasiva sometida a los caprichos de los humanos, y además de estar encerrado en un estuche de plástico, contiene en su tapa una fecha que le indica el día de su muerte, y eso… Eso es terrible, difícil de llevar. De esto habla, entre otras cosas, El Alemán.
¿Cómo se pasa de estar metido en la aldea de As Bestas a ser el Dios del Pop?
Me parece que siempre he sido el dios del pop; desde que tengo uso de mi memoria, he querido ser una estrella, alguien relevante en el mundo del espectáculo; mi trayectoria, en ese aspecto, ha sido decepcionante… No sé cómo ni por qué, pero ha llegado el momento de hablar de todo esto y hacerlo en forma de espectáculo.
Pasar por la aldea de As bestas ha sido un regalo. No me ha costado mucho ponerme las botas de goma, pasar un poco de frío y meterle miedo a la gente; llevo 20 años en esta profesión, haciendo cosas poco convencionales, de manera también poco convencional; es como si llevase toda mi vida entrenándome para, entre otras cosas, poder estar a la altura de la exigencia que propone el equipo de Sorogoyen.
Tus montajes utilizan la ironía, el humor. ¿Qué te permite este lenguaje?
El humor compone una parte importante de mi carácter, en algunas épocas me he metido en problemas por no saber controlar muy bien la medida, la cantidad de bromas que caben dentro de una persona. También me gusta adentrarme en lugares poco explorados, poco iluminados, confusos…. Y hago esto sin ningún objetivo, sin querer; pura curiosidad e inercia. El humor, en mis espectáculos, es la herramienta necesaria para que el público se quede atrapado, que sea tarde para escapar, y no tenga más remedio que continuar conmigo hasta llegar al fin, hasta el agotamiento de un disparate llevado hasta las últimas consecuencias.
¿Cómo pruebas tu humor?
No entiendo muy bien la pregunta. Creo que no me dedico a probarme, me dedico a hacer el mongol de forma culta o sofisticada.
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