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"Cabezas de cartel", un súper éxito teatral que piensa por qué nos atrae la fama
El argumento nace en territorio teatral, incluso tiene algo de autoficción, pero se hace extrapolable a cualquier otro ámbito: una compañía de teatro está en plena sesión de trabajo. Preparan una función que habla de ser libres haciendo lo correcto. Sin embargo, viven un momento crítico en el que se enfrentarán los principios éticos con la necesidad de sentirse importantes.
¿Cómo se hace para escribir y representar una obra crítica con los mecanismos del teatro actual sin enfadar a nadie?
Pues lo cierto es que hemos intentado ser muy críticos con nosotros mismos, y eso el público lo ve, lo entiende y lo agradece. Por eso no se suelen enfadar, porque ven que lo que hacemos es cuestionarnos a nosotros mismos; que al fin y al cabo es de lo único que uno puede hablar si no quiere dar una lección o escribir un panfleto.
Venís de tener un éxito brutal entre la crítica. ¿Os lo esperabais?
No, no lo esperábamos, pero cuando ha sucedido nos hemos sentido más en familia que nunca. Con Cabezas de Cartel se ha hecho evidente que somos todos muy parecidos: deseamos cosas parecidas, tenemos miedos parecidos... Y sentir eso en el teatro es una experiencia especialmente reconfortante porque se da esa comunión entre un montón de desconocidos en la penumbra de una sala.
La obra mezcla Valle Inclán y Siri. ¿Cómo definirían cada uno de ellos el teatro actual?
Valle posiblemente escribiría una obra magnífica y trataría de dejar al teatro actual con las tripas al aire. Siri siempre se quedará corta y fría en su definición
El reflejo de un espejo es importante en la obra. ¿Qué veis cuando os miráis en uno?
Pues..., dos personas en proceso. Frágiles, inquietos y afortunados.
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