print $title?>
Patatas con resignación

Llegué puntual, como todos los días, a mi puesto de trabajo. Sobre la mesa encontré un sobre a mi nombre. Mala espina. Dentro había una carta firmada por el gerente: “Sintiéndolo mucho, tenemos que prescindir de tus servicios.”
No se puede decir que fuera la mejor manera de empezar el día, pero ¿qué se puede esperar de un lluvioso lunes de Octubre?
Prescindir suena mejor que despedir, pero viene a ser lo mismo.
¿Los motivos? No estoy muy seguro. ¿Hay crisis porque todo se ha parado o se ha parado todo porque hay crisis? Ni lo sé ni me importa. Bueno… me importa un carajo. (¿Qué demonios es un carajo, por cierto?)
En fin, que me estoy liando.
Sin quitarme la chaqueta y sin llorar, me despedí de los compañeros. Me fui con una mano delante y otra detrás. Cuando a uno lo despiden, siempre se dice eso: suena bien. También se puede decir “me fui con la cabeza alta”, que suena mejor, como si eso le importara a alguien.
Vaya panorama: tengo veintiocho años y sigo viviendo con mis padres. En la pared de mi cuarto cuelga, dentro de un hermoso marco, mi título de economista. Qué pena de título… cuánto dinero tirado, cuánto tiempo perdido. A veces me dan ganas de coger el título, hacer diminutos trocitos y comérmelo acompañado de un buen Rioja.
Según mi madre, aún puedo dar gracias:
—Otros están peor —me dice—. Tú tienes un título.
—Ya no, madre —le contesto—. Me lo he comido.
No sé cómo estarán los otros, pero yo estoy hasta las narices. Por no decir otra cosa.
Para este fin de semana me ha salido un trabajo en una discoteca de la playa; camarero “camiseta mojada”. Doce horas con la camiseta húmeda y pegada al cuerpo. La última vez lo pasé fatal; el catarro me duró una mes. Qué vida tan dura.
Si esto sigue así, me veo viviendo con mis padres hasta el resto de sus días.
Mi padre, para animarme, me golpea cariñosamente la espalda mientras dice:
—Malos tiempos, chaval, malos tiempos.
Por cierto, madre —pregunto—, ¿qué hay hoy para comer?
—Hoy tenemos patatas a lo pobre, hijo. Patatas con resignación.
p.t.
¡APOYA A MONGOLIA!
Suscríbete a Mongolia y ayuda a consolidar este proyecto de periodismo irreverente e insumiso, a partir de solo 45 euros al año, o dona para la causa la cantidad que quieras. ¡Cualquier aportación es bienvenida!








