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Entrevista - La rabia es nuestra

La rabia es nuestra es un espectáculo que se representará del 18 al 26 de octubre en Teatro del Barrio, y que nos confronta con una realidad incómoda: basado en su libro homónimo, que se publicará el próximo 20 de octubre de 2025, Oriol Erausquin (@Infusión_Ideológica), junto con Ricci Galiano, nos convencerá de la importancia de politizar nuestra rabia.
¿De qué habla La rabia es nuestra?
La rabia es nuestra defiende una tesis muy sencilla: debido a las crisis del presente, está brotando mucha rabia. El fascismo pretende capitalizarla. Ante ello, debemos disputársela, ya que la rabia es una emoción política legítima, capaz de empujarnos a organizarnos y movilizarnos.
¿Cómo va a ser la traslación del libro a la escena?
Estamos acostumbradas a ver espectáculos que adaptan novela a teatro, pero no tanto el ensayo. Para conseguirlo hemos hecho un trabajo doble. Por una parte, hemos destilado el texto para hacer el discurso de Oriol más accesible, en la línea de formatos como la charla Ted-Talk. Por otra parte, interrumpimos todo eso con fragmentos escénicos. En ellos tiene mucho peso Ricci, que interpreta múltiples personajes cuyos diálogos con Oriol y monólogos dramatizados encarnan las diversas formas, límites y potencialidades que toma una emoción tan heterogénea como la rabia.
¿Hay una campaña de desprestigio de la rabia como movilización política?
Sí, la rabia está desprestigiada. Se presenta como una emoción irracional, destructiva, salvaje. Esto sirve al poder ya que devalúa un sentimiento que a menudo nace de percibir una injusticia. Por supuesto que la rabia no es “ideal”, no hay que romantizarla, pero escucharla nos puede ayudar a percibir las estructuras que nos oprimen para dirigir la rabia hacia los objetivos adecuados. Que la rabia responda a contextos particulares no debe limitarnos a pensarla como algo individual. La rabia compartida puede desvelarnos que lo que nos hiere es estructural y despertar momentos de euforia y optimismo al dejar de sentirnos solas en nuestro dolor. Nos puede motivar a responder, a organizarnos.
¿Cómo la aprovecha la derecha y cómo la desaprovecha la izquierda?
Estamos en un momento en el que convergen múltiples crisis (económica, bélicas, de vivienda, climática) algo que genera una rabia más que legítima. La derecha sabe canalizar esa rabia para dirigirla hacia chivos expiatorios para sus propios intereses. Algo muy efectivo para hacer pasar estos momentos de precariedad y desorientación como la culpa de los migrantes, las feministas, las personas LGBT. Mientras tanto, parte de la izquierda renuncia a disputar la rabia. La niega, la invalida, presentándola como improductiva políticamente, argumentando que es una emoción nociva que nos divide. Como solución al clima actual nos ofrece sólo emociones positivas (amor, ternura, esperanza), llamándonos a utilizarlas en favor de la unidad y el consenso. Palabras con las que, a menudo, se maquilla el acto de dar el brazo a torcer. La unidad es importante pero nunca en el vacío. Si lo que nos proponemos es superar la precariedad, la injusticia y la opresión tenemos que saber que ese es un proyecto con una serie de enemigos claros en contra. Lograr este propósito supone necesariamente el conflicto.
¿Por qué se desactivó la movilización del 15M? Y aún antes, ¿por qué se creó un régimen del 78 tan desmovilizado políticamente?
El régimen del 78 se funda a partir de la claudicación de los agentes que se habían propuesto acabar con la dictadura. Esto quiere decir que la democracia no se funda de cualquier manera. El relato oficial de la Transición ha pacificado este período hasta reducirlo a un buen apretón de manos campechano entre franquistas y antifranquistas, pero este mito de la “reconciliación nacional” trata de emborronar constantemente lo que fue un proceso de alta conflictividad social, de mucha rabia y también, hay que decirlo, de mucha violencia. Un proceso que se quedó a medias por un motivo fundamental: no transcurrió en términos de igualdad sino que a una de las partes no le temblaba la mano a la hora de matar, reprimir y después amenazar con reventar el proceso con un golpe de estado.
Todo esto supone la continuidad de las instituciones franquistas y sus élites económicas que todavía tienen hoy gran poder y suponen un bloqueo total de toda posibilidad de cambio. Un bloqueo en el que también participa el PSOE como un gran tapón para la intervención social, sobre todo cuando anuncia medidas que parecen éxitos pero que vienen con letra pequeña y acaban por desmovilizar a la población. El 15M venía a responder a todo esto durante la crisis del 2008, una catástrofe de la que habían sido tan responsables el PSOE como el PP. Una respuesta que no se tradujo en una ruptura total sino en depositar la confianza en el gobierno “más progresista de la historia”. Ahora nos encontramos con los platos rotos de ese proyecto, con medidas insuficientes, desmovilización y un clima general de desconfianza y apatía que ahogan lo político. Ante ello, la rabia puede ayudarnos a reaccionar ante el peso de la realidad, a comprometernos día a día en las bases, donde nuestras luchas convergen contra un mismo enemigo. Organizarnos nos es fácil. Pero, sin una organización de los de abajo que conforme un verdadero contrapoder no habrá futuro para una izquierda que tendrá que seguir enfrentándose a unos medios propiedad del enemigo, unas cloacas policiales, una judicatura franquista y un ejército agazapado pero que no ha perdido las ganas de empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta.
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