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"La derecha franquista se quedó con el poder real y con todo lo robado" - Entrevista a Emilio Silva

La Asociación nació hace más de un cuarto de siglo, cuando parecía que nadie se atrevía a hablar de memoria histórica en España ni de la represión franquista. Desde entonces ha habido muchos avances, pero en cambio tu balance sigue siendo extremadamente muy crítico. ¿No eres demasiado duro?
Solo tienes que ver cómo sale el cadáver de Franco del Valle de los Caídos, casi 50 años después de muerto: a hombros y televisado por la televisión pública, como si hubiera hecho una gran faena. Basta esta imagen para evidenciar la incapacidad de este país para quitarse esa astilla. Franco está ahora enterrado en otro cementerio de propiedad pública, que merece la pena visitar para ver que reposa junto a dictadores, nazis y fascistas. Y mientras tanto nosotros estamos intentando ayudar a familias a identificar a sus muertos y enterrarlos con dignidad porque somos el único país que ha decidido solucionar esto mediante subvenciones, que nosotros no solicitamos, y sin ninguna transparencia. Si somos duros es porque todavía hay muchas realidades que tienen que ver con este pasado. Alguien vendió la idea de que era posible reconciliar el fascismo con la democracia y una parte de la izquierda se lo tragó. Pero no es posible reconciliar el fascismo con el antifascismo.
Pero el rey ha sentido la necesidad de ir a Mauthausen para rendir homenaje a las víctimas republicanas antifascistas. ¿También es un bocadillo bien grande el que se tiene que tragar, no?
Es una estrategia antigua. En 1978, dos semanas antes del referéndum de la Constitución, Juan Carlos de Borbón estaba en México haciéndose la foto con la viuda de Manuel Azaña. Una foto electoral para decir que él iba a ser el rey de las dos Españas. Hasta Aznar se hizo fotos con los niños de la guerra. Pero forma parte del intento de exportar la imagen falsa de que somos los campeones de los derechos humanos y la reconciliación. Son gestos meramente estéticos, no éticos. La realidad es que el rey lo es porque Franco impuso la corona y que su familia materna era declaradamente nazi.
¿Cómo se puede conmemorar 50 años de la muerte de Franco sin que se evidencie que el rey le debe la corona?
Digamos que el Gobierno tiene una situación realmente muy incómoda. Yo creo que parte de los líos que está montando Juan Carlos I, por ejemplo con la querella contra Revilla, es para reivindicar que quiere el homenaje que cree merecer. ¿Cuándo muere una dictadura? En nuestro poder judicial no ha muerto, en la Iglesia católica tampoco; en tantos ámbitos, como en la jefatura de Estado, hay una continuidad, justificada con esa idea de una derecha franquista generosa que nos trajo la democracia. Pero se quedaron con el poder real, con los privilegios y con todo lo robado. Y sus víctimas tienen que soportarlo.
¿Cuáles serían, según tu criterio, los elementos que nos permitirían decir: “Bueno, aunque no sea perfecto, al menos se ha hecho lo suficiente”?
La mejor política de memoria sería en los juzgados. Pero este país y su Parlamento han secuestrado esa posibilidad sin tener ningún derecho a hacerlo porque esta decisión pertenece a las víctimas. En cambio, lo que tenemos todavía es un monumento a poco más de un kilómetro de la Moncloa, que observan todos los ministros cuando van semanalmente al Consejo de Ministros, que celebra la victoria de Franco, de Hitler y de Mussolini.
¿No se ha resignificado?
A la avenida le llaman de la Memoria, pero ahí está el Arco de la Victoria. Es jodido, pero esta forma de abordar estos temas lo ha sido en realidad política de Estado, con independencia de qué partido gobierna. Fíjate en el antiguo Hotel Florida, en la Gran Vía, el centro, que hoy es El Corte Inglés. Ahí estaban los grandes corresponsales extranjeros durante la guerra civil. Y en 2019, el gobierno municipal progresista le puso una placa como lugar de encuentro de intelectuales extranjeros, donde se encontraban Robert Capa y Ernest Hemingway… ¡Sin ninguna referencia a la guerra ni al fascismo! ¡Sin explicar por qué demonios se encontraban ahí! Luego nos sorprendemos de que en las encuestas haya chavales jóvenes que hasta elogien a Franco. ¡Si no se les ha explicado nada!
Pero volvemos al punto inicial: claro que queda por hacer, pero también se ha hecho, ¿no?
El propio Valle de los Caídos es un buen ejemplo de ello… Ni siquiera Franco está ya enterrado ahí y el Gobierno ha convocado un concurso para darle la vuelta al espacio.
La Transición fue una puerta giratoria para que las élites franquistas entraran en la democracia conservando todo su poder, con lo que somos capaces de soportar cosas que deberían ser intolerables debido a nuestra gran debilidad: la falta de cultura democrática. Y eso se ve también con la propuesta para el Valle de los Caídos: el Gobierno busca básicamente no molestar a los monjes, cuya hospedería sigue siendo un reducto de ultras. Quiere gastar 31 millones y exige a los arquitectos que tengan en cuenta que en la explanada se llevarán a cabo actos lúdicos. ¡Ni siquiera educativos! Realmente es para tomárselo a broma: Mongolia debería presentarse. No hace falta gastar tanto dinero y hacer tanta comedia para no molestar a los monjes. Bastaría con poner una pequeña explicación de cuál fue la historia del Valle, cómo se construyó, quién lo hizo, qué empresas sacaron provecho utilizando a 14.000 presos políticos y qué uso ha tenido. Esto sería fácil de hacer y baratísimo.
¿Esto mejor que demolerlo?
Yo no lo demolería. Creo que hay que diferenciar entre lugares o monumentos que son de humillación, como el Arco de la Victoria en Madrid o el monumento a los caídos de Pamplona, y los que tienen una historia que contar, como el Valle de los Caídos. Ahí está puesto el esfuerzo de muchos presos y desde la perspectiva de Franco todo estaba pensado al milímetro, lo que debería permitirnos contar la historia de este país. El mosaico de la basílica representa una escena del Juicio Final y desde la tumba de Franco se veía directamente en frente la cara de Dios. Todo encierra claves de actos de la guerra y de la liturgia del régimen que creó. Pero quieres gastarte 31 millones de euros sin explicar nada y sin que ni siquiera puedas llegar en transporte público. Es un disparate que representa muy bien la realidad de nuestro país y el nulo interés por la memoria y la justicia.
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