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Felipe VI en Mauthausen

Bartolomé (Bartomeu en ibicenco) Marí Escandell
Ibiza, 8 de diciembre 1917 – Castres (Francia), 21 de febrero 2011.
Internado en los campos de Barcarès y Saint-Cyprien (Pyrénées-Orientales, Francia) y Stalag de prisioneros de Tréveris (Alemania); deportado a los campos de Mauthausen, Steyr y Gusen (Austria), de 1941 a 1945.
Una vida y una historia que refleja la de otras miles de personas republicanas, antifascistas, exiliadas y abandonadas por España que se niegan a que su lucha permanezca en el olvido y a la reinterpretación histórica de una “Transición modélica” y una “Constitución que nos dimos entre todos”.
Extractos de sus memorias:
El 13 de septiembre de 1936, hacia las dos de la tarde, la aviación franquista y también la italiana, bombardearon el centro de la ciudad y el Puerto de Ibiza; hubo víctimas, casas derrumbadas, barcos hundidos. Los cuatro hermanos nos embarcamos en pequeños barcos diferentes. Pensábamos regresar dentro de unos días…
Como nos comprometimos con la República, los fascistas castigaron a mi padre encerrándolo en la cárcel de Ibiza y mandaron a mi madre en una prisión para mujeres, en Palma de Mallorca. Volví a ver a mi familia 23 años más tarde. Mi madre no me reconoció, mi padre había fallecido. Hice la guerra Civil en Aragón y al final participé en las operaciones del Ebro y la defensa de Catalunya.
Pasé la frontera a Francia por Portbou y Prats de Motlló el 12 de febrero del 1939 con lo que quedaba de mi unidad. Cruzamos el puente 1 o 2 minutos antes de que lo volaran, hubo muchos prisioneros y ahogados. Fuimos a parar al campo de Barcarès. Los franceses seguían considerándonos prisioneros… La Francia oficial nos recibió mal, pero el pueblo trabajador estaba de nuestro lado. Para salir de esa miseria de hambre y frío nos ofrecimos voluntarios para la Línea Maginot, nuestro objetivo continuaba siendo la lucha antifascista y poder regresar a liberar España de Franco con la ayuda de los aliados… Entre el 10 y el 15 de junio de 1940, hacia las nueve de la mañana, la artillería alemana bombardeó nuestras barracas. Fue la desbandada.
Nunca podré olvidar.
Mauthausen, 25 de enero de 1941 - 5 de mayo de 1945
La Gestapo nos interrogó y nos puso en el pecho un cartón con un número de prisionero de guerra, me pusieron el n° de deportado 3770, que antes perteneció a otro deportado español asesinado. A primeros de diciembre de 1940 nos subieron al tren.
Para nosotros, excombatientes del Ejército de la República, las palabras “deportado”, “deportación” significan trabajos forzados, hambre, sed, frío, hornos crematorios, fosas grandes, profundas y llenas de cadáveres, miedo, angustia: es decir todo un sistema que el orden nazi había puesto en marcha para degradar la dignidad del hombre.
Hoy, Mauthausen es un pueblo como otros muchos: está situado a orillas del famoso Danubio, romántico para unos, pero trágico y símbolo de sufrimiento y muerte para nosotros por nuestras ideas y luchas que nos llevaron allí. Era un campo de los más terribles: de exterminio. Apenas llegamos, un intérprete alemán nos dijo, apuntando la chimenea del crematorio, que todos saldríamos por allí y que nadie se podría escapar.
La fecha más importante de mi vida fue y será hasta el día de morir el 5 de mayo de 1945, día de mi liberación. Para todos los condenados a muerte, la libertad es una nueva vida.
Mauthausen, 11 de mayo de 2025: Los descendientes, una memoria silenciada
El Memorial dedicado a los republicanos españoles deportados a Mauthausen fue creado gracias a la solidaridad de los supervivientes y sus familias, con el apoyo del Gobierno francés. En 1962 se erigió un monumento en terrenos cedidos por la República de Francia, en reconocimiento a la lucha y sacrificio de los republicanos españoles. Este gesto de solidaridad internacional contrasta con la indiferencia mostrada por el Estado español.
Más de 300 personas procedentes de toda España acudieron a Mauthausen para rendir homenaje a sus familiares y a todos los republicanos que sufrieron en el campo de exterminio y cabe destacar la presencia de numerosos jóvenes de centros educativos. Cada participante sufragó los gastos del viaje y alojamiento.
El Amical de Mauthausen desfiló con el estandarte "S de Spanien", símbolo impuesto a los prisioneros españoles en los campos de concentración nazis. Otra delegación de familiares marchó con una pancarta con la inscripción “Los antifascistas españoles saludan a las fuerzas liberadoras”, réplica de la que fue colocada por los propios deportados en 1945 para recibir a las tropas aliadas.
Por la mañana las delegaciones de diferentes países con sus autoridades y representación militar al frente depositaron ofrendas florales y rindieron honores con sus banderas a las víctimas republicanas. Todos los países, además de las autoridades oficiales, tenían representación militar, con la única excepción de España.
España no luchó contra el nazismo, sino que envió 45.000 soldados de la División Azul en apoyo de la invasión nazi de la URSS. Algunos familiares de esos soldados han repatriado fallecidos con la ayuda del Gobierno de Mariano Rajoy y fondos de Defensa.
La conmemoración estuvo marcada por una profunda división entre la versión oficial del Estado español y las voces de los descendientes de las víctimas republicanas y colectivos memorialistas: la visita de Felipe de Borbón al campo es una moderna operación de monarchy-washing.
La hipocresía de la monarquía española
Si el rey hubiese querido de verdad honrar a los deportados españoles, lo hubiera hecho ante el Memorial español y los cientos de personas allí concentrados, en lugar de parapetarse detrás de las demás autoridades, en un espacio blindado y protegido.
El contingente de más de 300 españoles caminó los 200 metros por la Appelplatz hasta el monumento de ofrendas florales y el rey, con un morro vergonzante y sin avisar, se puso 15 metros por delante, bien protegido por sus escoltas.
Vergonzoso protagonismo de un rey que ha tenido que pasar el bochorno de ver cómo la bandera del Estado que él representa desfilaba en patética soledad con una “escolta” de tres personas: el embajador en Austria, el portabandera y un funcionario que aguantaba la corona de flores, mientras cientos de españoles con banderas tricolores desfilaban detrás y a forzada distancia por su cuerpo de seguridad, mientras coreaban “¡Viva la República!” y “¡España mañana será republicana!”. Esto fue silenciado sistemáticamente en los medios de comunicación.
La monarquía, restaurada por el dictador Francisco Franco, nunca ha condenado el franquismo, la guerra civil ni las fosas comunes. Al contrario, ha mantenido una postura de complicidad, beneficiándose del régimen que permitió su regreso al trono. Este silencio permanece incluso con las evidencias de la colaboración del franquismo con el régimen nazi, facilitando la deportación de miles de republicanos españoles. Aunque el acto fue presentado como un homenaje a los más de 7.000 republicanos españoles deportados, de los cuales más de 4.000 murieron allí, esta conmemoración llega tarde y carece de un compromiso real con la memoria histórica y la justicia.
"SALUD Y SUERTE, MAÑANA MÁS" — BRIGADISTAS INTERNACIONALES
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